Hoy
me siento ha meditar, he intento dejarme llevar, que fluyan las cosas
como en antaño pasaba, pero a pesar de invocar a ángeles y hadas,
duendes y conjuros, recetas afines para conseguir estos propósitos,
sigo sin sentir nada especial.
Me
sumerjo por las paginas virtuales de esas redes sociales que llenan
las horas locas de nuestra vida hoy en día, y disfruto y siento
envidia sana de mis compañeros artistas premiados en numerosos
concursos de pintura, y como me han enseñado recientemente, repito
la frase mágica como si de un mantra se tratase, que chamanes de
tribus ancestrales Hawaianas recitaban con sabiduría y bondad, “lo
siento, perdóname, te amo, gracias”.
Y
aunque parece que mi espíritu se siente mejor, mas sosegado y menos
cabreado, no dejo de pensar que enseñanza me depara la vida, con
estas situaciones cíclicas de escasez con la que me he regalado esta
existencia.
De
esas horas que paso frente al lienzo disfrutando de plasmar la
ocurrencia obtenida de mi mente, que luego es descartada por el
jurado en concursos y certámenes, mas de un año hace ya desde que
obtuve el ultimo premio, y desde entonces a sido una carrera hacia la
incomprensión, hacia la desolación. Quizás sea ese el problema,
plasmar lo que te dicta la mente, y no el corazón, pero yo a estas
alturas de la vida aun no se distinguirlo, tal vez sea esta la
primera lección que tenga que aprender, y encontrar de nuevo el
camino iluminado, que llena de vida este maltrecho planeta....
Namaste.
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