
Añoro la voz en mi cabeza, no mi pensamiento, esa otra, que me abría el camino y diagnosticaba el futuro del que se ponía delante, mi mano fluía con destreza escribiendo certezas que hacían estremecer, pero llegó a ser tan agobiante que desee que parara, necesitaba descansar, quizás no estaba preparado.
Por mas que pasa el tiempo me da la sensación, de que aun lo estoy menos, parece que la espiritualidad va deprisa, muy deprisa, y yo me voy quedando rezagado, como en una carrera de ciclismo.
Dicen que este año es el número 9, el número de enseñar lo aprendido, pero por mas que me llega información, cada vez, se menos.
Soy como el músico, que evoluciona y nunca deja de aprender y mejorar, como el artista plástico buscando la perfección de su obra.
Quizás mi mente siga trabajando sin darme cuenta, mis manos han aprendido a representar en el lienzo lo que mis ojos ven de una forma personal, armoniosa y colorista, quizás sea hora de expresar lo que siente mi corazón, lo ven mis ensoñaciones, y retomar esos personajes de mis primeras exposiciones, en las que mostraba un mundo fantástico, un mundo mágico de ángeles faunos y centauros, preciosas hadas aladas y duendes luminosos.
Quizás este sea el comienzo de una etapa nueva en mi vida, de un renacer, de un retorno al principio con una visión renovada.
Namaste